domingo, 30 de marzo de 2008

La relatividad y el supremo interfaz

El interface siempre ha venido definido por materializar leyes que interpreten el mundo objetivamente, más allá de la subjetividad de quien observa; por sugerir una fórmula que haga posible la lectura del mundo independientemente de las condiciones en las que el mundo se percibe. La teoría de la relatividad formuló con claridad esa voluntad:

"Al estudiar los cielos nos vemos privados de todos los sentidos, a excepción de la vista. No podemos tocar el sol, o viajar hasta él. [...] Sin embargo, los astrónomos han aplicado constantemente a ellos la geometría y la física que creían válida para la superficie de la tierra y que se basaba en el tacto y en el camino". Por lo tanto, el movimiento absoluto sería una ficción, y de ahí nacería el cálculo.

"A medida que avanza la física se ve con mayor claridad que la vista, como fuente de nociones fundamentales sobre la materia, es menos engañosa que el tacto".

"La física intenta informar sobre lo que ocurre en el mundo físico, y no sólo sobre las percepciones privadas de cada uno de los observadores. La física, pues, ha de interesarse por aquellos aspectos que un proceso físico presenta a todos los observadores. Tales aspectos sólo pueden considerarse como pertenecientes al mismo hecho físico. Ello exige que las "leyes" de los fénomenos hayan de ser las mismas, tanto si se describen tal como aparecen a un observador o como ante otro. Este único principio es el motivo generador de toda la teoría de la relatividad".

"Cada uno está igualmente justificado, y yerra si atribuye una validez objetiva a sus medidas subjetivas. Esta distancia en espacio entre dos hechos es, pues, un hecho físico en sí mismo. Pero existe un hecho físico que se puede deducir de la distancia en tiempo junto con la distancia en espacio. Es lo que se llama el "intervalo" en el espacio-tiempo. [...] El intervalo entre dos sucesos es un hecho físico sobre los mismos, que no depende de las circunstancias particulares del observador".

Cfr, Bertrand Russell, ABC de la relatividad, Ariel, Barcelona, 1989 (Londres, 1958)

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